Sembrando conciencia, cultivando aprendizajes
Una mirada humanista y reflexiva a partir de las planeaciones sobre el medio ambiente desde mi práctica docente
Fotografía de los alumnos trabajando. "Aprender colaborando con el entorno" |
Educar es un acto profundamente humano, lleno de afecto, compromiso y esperanza. Durante mi segunda jornada de intervención docente como estudiante de la Licenciatura en Educación Primaria en la Escuela Normal de Jilotepec, tuve la oportunidad de llevar a cabo dos proyectos pedagógicos centrados en la conciencia ambiental en la Escuela Primaria "José Ma. Morelos y Pavón", ubicada en la comunidad de San Bartolo Morelos, con el grupo de 6° B. Esta comunidad, además de ser rica en tradiciones y en biodiversidad, es también un espacio donde los retos sociales y ambientales están presentes, lo que me motivó profundamente a implementar propuestas que no sólo desarrollaran contenidos académicos, sino que también sembraran valores y actitudes de responsabilidad hacia el entorno.
Viví en carne propia la fuerza transformadora de la educación cuando se entrelaza con la vida cotidiana de los estudiantes. Los proyectos que desarrollé se titularon "Raíces Vivas: Nuestro Compromiso con la Tierra" y "¿Y qué dice la prensa? Investigamos y actuamos ante los problemas ambientales de la comunidad". Estuvieron guiados por las metodologías de Aprendizaje Basado en Proyectos Comunitarios (ABPC) y el Aprendizaje Basado en la Indagación STEAM. Estos enfoques permitieron integrar el conocimiento científico, ético, lingüístico y social de manera significativa y contextualizada.
Los proyectos respondieron al Plan de Estudios 2022 y se
integraron de forma transversal a los campos formativos:
- Saberes
y Pensamiento Científico: para analizar los factores físicos,
biológicos y sociales del medio ambiente, identificar problemas reales y
generar explicaciones.
- Lenguajes: como herramienta de expresión, investigación, redacción y difusión de información, mediante productos como revistas y noticias.
Estos campos se articularon con los ejes transversales de la Nueva Escuela Mexicana, especialmente la inclusión, la igualdad de género, la interculturalidad crítica, la vida saludable y la apropiación de la cultura a través de la lectura y la escritura.
La primera planeación, "¿Y qué dice la prensa? Investigamos y actuamos ante los problemas ambientales de la comunidad", me permitió guiar a los estudiantes en la creación de un noticiero escolar, donde investigaron, redactaron y comunicaron noticias relacionadas con el medio ambiente. La segunda, en el campo de Saberes y Pensamiento Científico, se enfocó en conocer cómo acciones cotidianas afectan el planeta y cómo podríamos reducir nuestra huella ecológica. Ambas experiencias estuvieron impregnadas de empatía, escucha y colaboración, valores que considero esenciales para una educación verdaderamente transformadora.
Este ensayo es una reflexión humanista que entrelaza las
voces de pensadores como Paulo Freire, Vygotsky, Hegel, Marx, Husserl y Díaz
Barriga con las vivencias de mi práctica. En sus páginas recorreré conceptos
como educación, trabajo, docencia, prácticas, planeación, evaluación y material
didáctico, guiada por los principios pedagógicos y el Plan de Estudios 2022 de
la Nueva Escuela Mexicana (NEM).
Actividades
El desarrollo de ambos proyectos lo construí cuidadosamente a través de actividades didácticas orientadas por la metodología STEAM. En el caso del proyecto “Raíces Vivas: Nuestro Compromiso con la Tierra”, comenzamos con actividades de sensibilización y diagnóstico, como la observación del entorno escolar y la comunidad. Los estudiantes realizaron recorridos por el patio, y áreas cercanas a la escuela para identificar problemas visibles como basura acumulada, fugas de agua y animales en condición de calle. Esta primera aproximación despertó su interés y permitió conectar sus experiencias cotidianas con los contenidos escolares.
Posteriormente, se realizaron dinámicas como "los
cuatro elementos" en las que, a través del movimiento corporal y la
expresión verbal, los alumnos representaron el aire, el agua, la tierra y el
fuego, reflexionando sobre su importancia y su fragilidad. Estas dinámicas,
realizadas al aire libre, fueron altamente significativas, ya que facilitaron
la conexión emocional y sensorial con la naturaleza, un aspecto clave para
fomentar actitudes de cuidado y respeto.
Se promovió la investigación. Los
estudiantes, organizados en equipos, seleccionaron temas de interés
relacionados con el medio ambiente. Utilizando recursos impresos y digitales,
entrevistaron a familiares y vecinos, analizaron noticias reales y
sistematizaron la información en cuadros comparativos y esquemas. Para guiar este proceso,
se utilizaron estrategias como la técnica del "come galletas
preguntón", donde debían responder preguntas escondidas en un papel, y los "rompecabezas de figuras" que abordaban conceptos
clave como biodiversidad, reciclaje, escasez de agua y derechos de los
animales.
Una vez con la información recopilada, los alumnos
redactaron su revista ambiental. Se trabajó en borradores, se revisó la
estructura de la revista, y se
incorporaron ilustraciones. Esta actividad permitió fortalecer las habilidades
comunicativas, trabajar la redacción y desarrollar la competencia
para argumentar desde una postura crítica. La revista fue evaluada con
listas de cotejo y retroalimentación entre pares, promoviendo así la autorregulación
del aprendizaje.
El producto final fue presentado en donde los alumnos organizaron los textos, títulos, imágenes y frases destacadas. La cuidada presentación mostró el orgullo y la apropiación del aprendizaje.
Fotografía de los alumnos trabajando en equipo. “La fuerza del trabajo en equipo en el aula” |
En el segundo proyecto titulado “¿Y qué dice la prensa?
Investigamos y actuamos ante los problemas ambientales de la comunidad”, guiada con la metodología de ABPC, las actividades se enfocaron en desarrollar habilidades de análisis crítico de
noticias y medios informativos. Iniciamos con una lectura grupal de distintas
notas periodísticas relacionadas con el medio ambiente, seleccionadas por su
relevancia y conexión con la comunidad. A través de la técnica del subrayado y
el trabajo en equipos, los estudiantes identificaron las características del
lenguaje periodístico, la estructura de una nota informativa y la
intencionalidad del mensaje.
Una vez apropiados del formato periodístico, se les planteó
la consigna de investigar un problema ambiental cercano y redactar una nota
desde la mirada de un reportero comprometido con su comunidad. En este proceso,
los alumnos entrevistaron a vecinos, recolectaron datos y tomaron fotografías.
Cada equipo elaboró sus materiales que implementaron en su producto final.
Para fortalecer la expresión oral, cada equipo presentó su
noticia frente al grupo en formato de noticiero. Ensayaron previamente,
cuidando la pronunciación, la entonación y la coherencia del discurso. Esta
experiencia les permitió valorar la importancia de informar con veracidad,
claridad y responsabilidad. Fue conmovedor ver cómo asumieron su papel con
seriedad y compromiso, demostrando que cuando el aprendizaje se vincula con la
vida real, deja una huella profunda.
Finalizamos con un dialogo en la que los estudiantes
compartieron qué les dejó la experiencia de actuar como periodistas y
ciudadanos activos. Se promovió una reflexión colectiva sobre la necesidad de
actuar ante las problemáticas ambientales, no solo desde el aula, sino desde
cada decisión cotidiana. Elaboraron compromisos personales y los compartieron
en un mapa mental titulado "Mi acción por el planeta", cerrando así el
proyecto con una mirada esperanzadora y transformadora.
Fotografía del equipo 3 en acción: presentando su noticiero al grupo |
Estas metodologías centradas en el alumno, integradoras y
contextualizadas, permitieron una experiencia de aprendizaje significativa, en
la que los estudiantes no solo adquirieron conocimientos, sino que también
desarrollaron habilidades, actitudes y valores fundamentales para su vida en
comunidad.
Retos, desafíos y aprendizajes como docente en formación
Durante la implementación de ambos proyectos, enfrenté diversos retos que pusieron a prueba mi capacidad de adaptación, planeación y sensibilidad pedagógica. Uno de los principales desafíos fue la gestión del tiempo. Aunque la planeación contemplaba una secuencia organizada, los imprevistos escolares, como cambios en el horario, interrupciones por actividades externas o la necesidad de ampliar ciertas sesiones para garantizar el aprendizaje, me llevaron a reorganizar continuamente mis tiempos. Este proceso me enseñó a ser flexible y a tomar decisiones rápidas sin perder de vista los objetivos educativos.
Otro reto importante fue atender a la diversidad del grupo. Cada estudiante posee una forma distinta de aprender y de relacionarse con el conocimiento. Algunos requerían mayor acompañamiento para comprender instrucciones o estructurar ideas, mientras que otros avanzaban con autonomía. Esto me llevó a diseñar materiales diferenciados, adaptar mis explicaciones y generar estrategias de apoyo para que todos pudieran participar y sentirse incluidos. Aprendí que una práctica verdaderamente inclusiva exige observación constante, escucha activa y una actitud empática.
También enfrenté desafíos vinculados a los recursos materiales y tecnológicos. En un contexto semiurbano como San Bartolo Morelos, el acceso a internet, equipos audiovisuales o herramientas digitales es limitado. Por ello, recurrí a materiales reciclados, herramientas analógicas y recursos elaborados por los propios estudiantes. Esta situación, lejos de ser una barrera, se transformó en una oportunidad para fomentar la creatividad, la autonomía y el trabajo en equipo.
Además, debo reconocer que como docente en formación, uno de mis temores era no lograr motivar al grupo o no lograr un impacto real en su aprendizaje. Sin embargo, al ver su entusiasmo, su involucramiento en las actividades, su capacidad de análisis y su expresión emocional durante las reflexiones, confirmé que el compromiso genuino, la preparación previa y el acompañamiento afectivo son claves para transformar el aula en un espacio de crecimiento colectivo.
Las experiencias vividas durante la implementación de estos proyectos encontraron respaldo en diversos autores que han influido profundamente en mi formación. En primer lugar, retomo a Paulo Freire (2005), quien sostiene que “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Esta frase refleja el espíritu de los proyectos desarrollados: formar personas capaces de reflexionar, tomar postura y actuar con responsabilidad frente a los desafíos de su entorno.
También me inspiré en los planteamientos de Frida Díaz Barriga (2013), quien propone una didáctica crítica centrada en el aprendizaje situado y significativo. Sus aportes sobre el diseño de proyectos contextualizados, con base en problemas reales y relevantes para los estudiantes, guiaron tanto la planeación como la implementación de las actividades. Esta perspectiva me ayudó a comprender que enseñar no es solo transmitir información, sino construir conocimiento junto con los alumnos desde su realidad.
Por otro lado, las teorías del desarrollo cognitivo de Jean Piaget fueron fundamentales para comprender cómo los niños construyen activamente su conocimiento a partir de la interacción con el medio. Su enfoque constructivista me permitió valorar la importancia de la exploración, el juego, el conflicto cognitivo y la indagación como motores del aprendizaje auténtico.
Estos referentes teóricos fortalecieron mi convicción de que la práctica docente debe ser reflexiva, contextualizada, ética y transformadora. Me guiaron a lo largo del proceso y me brindaron fundamentos sólidos para interpretar lo vivido, evaluar mis decisiones y proyectar nuevas estrategias que respondan a las necesidades reales de los alumnos y de la comunidad.
En resumen, los retos enfrentados, lejos de desanimarme, me impulsaron a crecer. Comprendí que enseñar es un arte complejo que requiere entrega, estudio constante, disposición al cambio y, sobre todo, una profunda fe en el potencial de cada niña y niño. Me siento agradecida por haber vivido esta experiencia y motivada para seguir formándome con compromiso, sensibilidad y esperanza.
La educación como práctica de libertadEducar, desde la mirada de Paulo Freire (2005), es un acto
de liberación. No se trata de imponer saberes, sino de dialogar con la realidad
de los estudiantes, escucharlos y motivarlos a que se reconozcan como sujetos
de transformación. En ambas planeaciones, opté por una metodología
participativa, centrada en problemas reales y significativos, donde los
estudiantes pudieran expresar sus ideas, construir conocimiento colectivamente
y actuar en su entorno. La NEM se convierte así en el marco que respalda este tipo
de experiencias: una educación situada, incluyente, con sentido social, donde
el perfil de egreso de los estudiantes de educación básica no se limita a
conocimientos memorísticos, sino que busca formar ciudadanos críticos,
creativos, empáticos y responsables. Mi labor como docente en formación se vio
enriquecida al entender que, más allá de contenidos, lo que importa es generar
conciencia, sensibilidad y compromiso con el entorno. Educar es, en este
sentido, sembrar esperanza donde antes había indiferencia. |
El medio ambiente como problema pedagógico y social: vínculos con la comunidad
En ambas planeaciones, partí de un diagnóstico que reveló
preocupaciones compartidas por los estudiantes: la basura tirada en las calles,
el desperdicio de agua, la quema de residuos y la contaminación del aire. Estas
situaciones se convirtieron en oportunidades para el aprendizaje. Desde
Lenguajes, los niños se volvieron reporteros; desde Saberes, se volvieron
investigadores.
El aula dejó de ser un espacio aislado para convertirse en un laboratorio de ideas, propuestas y reflexiones. Nos conectamos con la comunidad, la observamos, la analizamos, y poco a poco, también la fuimos sintiendo como parte del aprendizaje. Retomar el entorno inmediato como fuente de conocimiento respondió a los principios pedagógicos de la NEM y al enfoque de la educación crítica de Freire: problematizar la realidad para transformarla. La escuela no puede estar de espaldas a lo que viven los estudiantes, y estas actividades les permitieron expresarse, proponer y actuar. Cada acción, por pequeña que fuera, tuvo eco en la comunidad y en su conciencia.
Planeación como acto de compromiso y sensibilidad
Diseñar ambas planeaciones no fue una tarea fría. Fue un acto de imaginación, de sensibilidad, de compromiso ético. Pensé cada actividad con la intención de generar experiencias significativas y emotivas. Busqué que el conocimiento no llegara como una imposición, sino como una necesidad que emergiera del propio grupo.
Me tomé el tiempo para pensar en cada palabra, en cada imagen, en cada momento de interacción con los estudiantes. Me preguntaba constantemente si lo que estaba proponiendo lograría conectar con ellos, si los haría cuestionarse, reír o imaginar un mundo distinto. Solo así, con una planeación profundamente humanizada, fue posible abrir espacios para la reflexión, la acción y el aprendizaje profundo.
La experiencia en el aula: dos caminos, una misma pasión por enseñar
Durante la aplicación de ambas planeaciones, viví momentos
que me marcaron profundamente. En la planeación de Lenguajes, los estudiantes
se entusiasmaron al escribir sus propias notas periodísticas, al investigar en
su comunidad o al presentar su noticiero frente al grupo. Me sorprendieron con
su creatividad, su interés genuino y su sentido crítico.
En la secuencia de Saberes, la sorpresa vino del asombro:
cuando analizamos cómo una sola acción cotidiana puede afectar el planeta, los alumnos compartieron hábitos familiares, propusieron cambios, y comenzaron a
organizar acciones de cuidado ambiental. Me di cuenta de que, cuando confiamos
en ellos, los alumnos pueden convertirse en agentes de cambio.
Vi rostros emocionados, manos alzadas con ideas brillantes, alumnos
que se atrevieron a hablar en voz alta por primera vez. Esa es la magia de la
docencia: ver crecer no solo el conocimiento, sino también la confianza, la
empatía y el deseo de mejorar el mundo. Y yo, como docente en formación,
también crecí con ellos: aprendí a mirar con más profundidad, a ser más
flexible, más humana, más atenta a lo que no se dice con palabras, pero se
expresa con la mirada y el gesto.
Fotografía de alumnas trabajando en una actividad en la cancha de la escuela. |
Fotografía de alumnos desarrollando el proyecto final del proyecto de Saberes y Pensamiento Científico |
Materiales didácticos: herramientas que provocan pensamiento
Una parte esencial de mi práctica docente fue la selección y
creación de materiales didácticos que no solo transmitieran información, sino
que también despertaran emociones, dudas, y sobre todo, conciencia. Utilicé
desde recortes de periódico, videos, imágenes del medio ambiente, hasta
carteles y material reciclado para que los estudiantes pudieran ver, tocar y
sentir que la problemática ambiental no es algo ajeno, sino parte de su
realidad cotidiana.
El material didáctico no debe ser un simple accesorio de la
clase, sino una puerta que conecte el pensamiento con la vida. Como señala Díaz
Barriga (2013), los materiales deben estar al servicio del aprendizaje
significativo, y en mi experiencia, también del aprendizaje afectivo. En cada
sesión, los materiales sirvieron como detonadores de conversación, reflexión o
acción. A veces, una simple imagen de un basurero bastó para iniciar una
discusión profunda sobre cómo nos relacionamos con el entorno.
Fotografía de los alumnos utilizando el material didáctico “Lotería Ambiental” para una actividad |
Evaluar desde el sentir y el pensar
La evaluación fue otro de los aspectos que cuidé con
especial atención. No se trataba solo de medir conocimientos, sino de observar
procesos, escuchar voces, y acompañar descubrimientos. Utilicé listas de cotejo
y verificación, pero también di espacio para que los alumnos se autoevaluaran,
reflexionaran sobre lo que aprendieron y compartieran lo que sintieron.
A través de preguntas como "¿qué fue lo más importante
que aprendiste hoy?", "¿en qué te gustaría mejorar?", o
"¿qué te emocionó de esta actividad?", los alumnos fueron
construyendo una mirada más profunda sobre su propio proceso de aprendizaje.
Esta forma de evaluar, cercana, afectiva y participativa, no solo promueve la
metacognición, sino que también fortalece el vínculo pedagógico.
Una relación docente que nutre
Durante mi intervención, la relación con la maestra titular
fue clave. Desde el primer momento mostró apertura, respeto y disposición para
acompañarme. Me permitió planear, desarrollar y cerrar mis sesiones, y al final
de cada día, compartíamos observaciones, ideas y sugerencias para mejorar.
Gracias a ella comprendí que la docencia no es una práctica
solitaria, sino una construcción conjunta. Me brindó retroalimentación, pero
también reconoció mis aciertos y valoró mis esfuerzos. Esta relación fue una de
las experiencias más enriquecedoras, porque me hizo sentir parte del equipo
docente y reforzó mi confianza para seguir creciendo como futura maestra.
Transformarme al transformar: aprendizajes personales como docente en formación
Ser docente en formación es estar en constante
descubrimiento: de los otros, del mundo, pero también de una misma. Durante
esta experiencia, aprendí a confiar en mis capacidades, a improvisar cuando fue
necesario, a escuchar sin juicios, y sobre todo, a mirar con los ojos del
corazón.
Aprendí que enseñar es mucho más que dar clases; es construir momentos de sentido, cultivar relaciones significativas, estar presente en cuerpo y alma. Cada risa, cada duda, cada silencio de mis estudiantes fue una señal de que el aprendizaje estaba ocurriendo, no solo en ellos, sino también en mí. Y así, con cada clase, cada conversación y cada reflexión compartida, me fui formando, no solo como docente, sino como una mujer más consciente, más sensible y más comprometida con la educación.
Vygotsky en el aula: el poder de aprender con otros
Durante mi jornada, pude vivenciar muchas de las ideas de
Lev Vygotsky, particularmente su propuesta sobre la zona de desarrollo próximo.
Al trabajar en equipo, los estudiantes se enseñaban entre sí, se apoyaban, y
juntos lograban comprender temas que, de manera individual, les costaban más
trabajo. Esta colaboración no fue impuesta, sino nacida del ambiente que
cultivamos: uno donde compartir no era una obligación, sino una forma natural
de crecer juntos.
Ver a los alumnos ayudarse a escribir una nota periodística,
discutir ideas para un cartel o corregirse con paciencia y empatía fue, para
mí, la mejor forma de comprobar que el aprendizaje no ocurre en soledad, sino
en el encuentro con el otro. Y como dice Vygotsky (1979), ese encuentro es el
corazón del desarrollo cognitivo.
Aprender haciendo, transformar pensando
Karl Marx hablaba de la praxis como la unión entre el pensamiento y la acción. Esa idea estuvo presente cada día que trabajé con los estudiantes. No bastaba con hablar de los problemas del ambiente; había que observarlos, analizarlos y actuar ante ellos. Desde recoger basura como parte de una dinámica, hasta hacer propuestas en sus noticieros o carteles, los alumnos se sintieron partícipes del cambio, no solo espectadores.
La educación no debe ser contemplativa, debe ser una
herramienta para transformar la realidad. Y en este proceso, yo también fui
transformada. Entendí que no hay teoría sin práctica, ni práctica sin
reflexión. Esta conexión entre saber y hacer le dio un sentido más profundo a
mi planeación y a cada momento compartido en el aula.
Desde una perspectiva filosófica, Hegel y Husserl nos
recuerdan que todo conocimiento parte de la conciencia y la experiencia. En mi
práctica, esta idea cobró vida. Cada actividad no fue solo un cumplimiento de
lo planeado, sino una vivencia plena, donde tanto los estudiantes como yo
estuvimos presentes con todo.
Hegel nos habla del devenir: del sujeto que se construye en el tiempo, en sus contradicciones y superaciones. Sentí esto al ver cómo algunos alumnos que al principio eran tímidos o desinteresados, poco a poco se abrieron, participaron, preguntaron. Cambiaron. Y yo también cambié con ellos. Como decía Husserl, toda experiencia es intencional, y la mía estuvo guiada por el deseo de construir una escuela más humana, donde se valore la voz, la historia y la mirada de cada alumno.
El perfil de egreso de la Nueva Escuela Mexicana plantea
formar estudiantes críticos, conscientes de su entorno, empáticos, capaces de
dialogar, proponer y transformar. En cada actividad intenté acercarme a ese
ideal. Y al hacerlo, también fui delineando el perfil de la docente que quiero
ser.
Quiero ser una maestra que escucha, que propone, que no teme equivocarse ni aprender junto con sus estudiantes. Quiero enseñar a pensar, pero también a sentir. Quiero que cada niña y niño que pase por un aula sepa que su voz importa, que su entorno merece cuidado, y que ellos pueden hacer la diferencia.
Educar es sembrar presente para cosechar futuros
La Nueva Escuela Mexicana no es solo un documento o una
reforma. Es, en esencia, una invitación a cambiar nuestra forma de mirar la
educación. A poner en el centro la dignidad humana, el saber comunitario, la
equidad y la justicia. En ambas planeaciones intenté anclar los aprendizajes en la vida real, promoviendo la participación activa
y vinculando la escuela con la comunidad.
Me di cuenta de que la NEM no exige docentes perfectos, sino
docentes comprometidos. Que se atrevan a innovar, a escuchar, a contextualizar.
Y en esa búsqueda, encontré sentido, fuerza y esperanza.
Esta experiencia fue, sin duda, un parteaguas en mi
formación como docente. Me permitió conocer de cerca los retos y las
posibilidades de enseñar con el corazón, de construir aprendizajes desde el
contexto, de acompañar a los estudiantes en un viaje que va más allá de los
libros y las tareas.
Educar es un acto de amor. De entrega. De fe en lo que aún
no es, pero puede ser. Los estudiantes me enseñaron que la niñez no es el
futuro, es el presente que merece ser escuchado, respetado y potenciado. Y yo,
desde mi lugar como maestra en formación, me comprometo a seguir sembrando:
ideas, valores, sueños y esperanzas.
“Educar no es dar
carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida.”
Pitágoras
REFERENCIAS:
Freire, P. (2005). La educación como práctica de la
libertad. Siglo XXI Editores. Recuperado de https://archivovivopaulofreire.org/images/Libros/Educacion-como-Practica-de-la-Libertad-2.pdf
academia.edu+2archive.org+2academia.edu+2ru.dgb.unam.mx+11archivovivopaulofreire.org+11enpocaspalabras.com.ar+11
Secretaría de Educación Pública [SEP]. (2022). Plan de
estudios para la educación preescolar, primaria y secundaria (Nueva Escuela
Mexicana). SEP. Recuperado de https://educacionbasica.sep.gob.mx/wp-content/uploads/2024/07/Plan-de-Estudios-Educacion-Basica_digital-2024.pdf
Díaz Barriga, F. (2013). Didáctica y currículum. Trillas. Recuperado
de https://archive.org/details/diaz-barriga-a.-didactica-y-curriculum
Vygotsky, L. S. (1979). El desarrollo de los procesos
psicológicos superiores. Crítica. Recuperado de https://saberespsi.wordpress.com/wp-content/uploads/2016/09/vygostki-el-desarrollo-de-los-procesos-psicolc3b3gicos-superiores.pdf